martes, 24 de abril de 2012

El guardián del Molino







Un hombre con mameluco manchado se encarga de cuidar que nadie entre o salga por la entrada principal de la Confitería del Molino. No quiere dar su nombre a periodista porque dice “que la empresa le dijo que no hable con nadie”. Tiene unos sesenta años, mal humor y no le gustan mucho las preguntas:

-¿Usted lo único que hace es ser cuidador del edificio?
- Si, yo cuido del Molino. A veces entro a ver cómo está todo. Últimamente ni siquiera eso.

- ¿Cómo está por dentro?
- Destruido, ¿como querés que esté? Tiene vigas de hormigón que se están pudriendo de a poco y las maderas que decoraban las paredes están también todas podridas. El edificio es un juntadero de ratones. A mí me gusta decir que es pura vanidad.

-¿Por qué?
-Porque es pura vanidad. Es un edificio que no vale nada. Algunos dicen que tiene historias. ¿Y qué haces con las historias? No haces nada, no sirven para nada. Yo digo que el edificio junta mugre y que en cualquier momento se cae. Unas mujeres vienen llorando, diciendo que acá se conocieron sus padres, que esto tiene historias. Al molino le agregan significados que en realidad no tiene. La única verdad es que se cae a pedazos y nadie hace nada.  

-¿Y qué piensa sobre el rumor de que el gobierno de la ciudad lo va a restaurar?
-Es todo mentira, es todo cháchara. Otros también inventan que unos extranjeros van a venir a invertir para hacer una confitería y un hotel. Todo es mentira. Nadie lo va a restaurar porque sale tres veces más caro restaurarlo que tirarlo abajo y hacer un edificio moderno. Eso haría yo: lo tiraría abajo y haría algo más moderno. 

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