Un hombre con mameluco manchado se encarga de cuidar que
nadie entre o salga por la entrada principal de la Confitería del Molino. No quiere dar su
nombre a periodista porque dice “que la empresa le dijo que no hable con nadie”.
Tiene unos sesenta años, mal humor y no le gustan mucho las preguntas:
-¿Usted lo único que hace es ser cuidador del edificio?
- Si, yo cuido del Molino. A veces entro a ver cómo está
todo. Últimamente ni siquiera eso.
- ¿Cómo está por dentro?
- Destruido, ¿como querés que esté? Tiene vigas de hormigón que
se están pudriendo de a poco y las maderas que decoraban las paredes están también
todas podridas. El edificio es un juntadero de ratones. A mí me gusta decir que
es pura vanidad.
-¿Por qué?
-Porque es pura vanidad. Es un edificio que no vale nada.
Algunos dicen que tiene historias. ¿Y qué haces con las historias? No haces
nada, no sirven para nada. Yo digo que el edificio junta mugre y que en
cualquier momento se cae. Unas mujeres vienen llorando, diciendo que acá se
conocieron sus padres, que esto tiene historias. Al molino le agregan
significados que en realidad no tiene. La única verdad es que se cae a pedazos
y nadie hace nada.
-¿Y qué piensa sobre el rumor de que el gobierno de la ciudad
lo va a restaurar?
-Es todo mentira, es todo cháchara. Otros también inventan
que unos extranjeros van a venir a invertir para hacer una confitería y un
hotel. Todo es mentira. Nadie lo va a restaurar porque sale tres veces más caro
restaurarlo que tirarlo abajo y hacer un edificio moderno. Eso haría yo: lo
tiraría abajo y haría algo más moderno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario